Uno de los eventos relevantes ocurridos en las estructuras sindicales internacionales en las últimas décadas ha sido la creación de la Confederación Sindical Internacional (CSI o ITUC por sus siglas en inglés). Puesta en marcha en 2006 tras la fusión de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres y la Confederación Mundial del Trabajo, devino en la estructura sindical más grande del mundo con 207 millones de trabajadores en 163 países.

De su presencia, dos cosas han sido destacables. Una, que la CSI ha tenido un rol más activo y crítico en el mundo del trabajo que sus predecesores. La otra es que desde 2014 pasó a publicar el Índice Global de los Derechos (Laborales), con un subtitulo que desde luego reveló su intencionalidad: Los peores países del mundo para los trabajadores.

El Índice trabaja con una escala Likert extendida a seis niveles. En el primero aparecen los mejores países para los trabajadores, donde las violaciones a sus derechos son esporádicas. En un nivel sexto-último (5+) aparecen los peores países para los trabajadores, donde no hay garantía alguna para los derechos laborales debido a “la destrucción del Estado de Derecho”.

Entre ambos extremos se ubican cuatro categorías mediadas. En las categorías dirigidas al nivel más negativo se ubican países con derechos no garantizados y países con violaciones sistemáticas de los derechos. Entre las categorías dirigidas al nivel más positivo, aparecen países con violaciones regulares de los derechos y violaciones repetidas de los derechos, en ese orden.

En el primer reporte de CSI (2013-2014) México apareció como un violador sistemático de los derechos laborales. En los primeros años de la administración de López Obrador México mejoró su posición a nivel 3, de violaciones regulares, reconociendo el nuevo marco institucional del trabajo del país y el esfuerzo del gobierno por avanzar en la aplicación de la ley.

En su reporte recién publicado (2024) México ha regresado al nivel 4, como violador sistemático de los derechos laborales. Con ello, CSI suma México a otros doce países que (califica) deterioraron sus estándares en el último año: Costa Rica, Finlandia, Israel, Madagascar, Nigeria, Kazajistán, Qatar, Rusia, Arabia Saudita, Sudán, Suiza y Venezuela. Desde la perspectiva de CSI, México se suma también a la tendencia mundial reciente –y que define como la mayor preocupación–.

Más gobiernos y empresas que atropellan los derechos fundamentales del trabajo, (encaminados a) atacar el derecho de huelga, y el derecho mismo a exigir de manera colectiva unos salarios más justos, contiguo a atropellar la democracia y el Estado de Derecho. Todo ello “mientras millones de hogares se debaten en un extenuante escenario de reducción de ingresos y una arraigada crisis del coste de la vida”.

¿Cómo entender que CSI haya regresado a México a la posición de país violador sistemático de los derechos laborales, cuando el país cuenta con instituciones del trabajo que nunca contó y se han mejorado los salarios mínimos de manera constante (110% efectivos en estos años)?

La respuesta es relevante, digna de reflexión e información. La premisa debiera ser resistirse a los extremos: de los críticos por sistema de la empresa, el gobierno y sus instituciones que aprovecharán el informe para decir “se los dijimos, todo va mal”. Pero también resistirse a la defensa por sistema de gobierno, y la tentación de descalificar el informe, antes de reunir información y argumentos. De ahí que vale recordar que CSI y su informe han sido en las últimas décadas actores importantes del dialogo sindical global.

Sin pretender aquí tener la respuesta, propongo unos puntos de partida para la reflexión.

Primero, el mundo de nuestros días se sigue complejizando. Lo mismo en lo laboral que en varios y contiguos ámbitos. Hoy al lado de esfuerzos tan plausibles para los trabajadores como el acuerdo T-MEC para atar el comercio al cumplimiento de los derechos laborales, al igual que la ley de Diligencia Debida de Europa Central para seguir la responsabilidad corporativa en la observancia de los derechos humanos, hay fuerzas poderosas actuando en dirección opuesta. Ejemplos, la escalada contra el derecho de huelga crece; en tanto se precarizan todo tipo de derechos en los países en guerra y confrontación.

CSI llama la atención en ello, y los riesgos de retroceso de los derechos laborales que se enfrentan incluso en regiones definidas como la última frontera de lo social, lo humano y del trabajo –como Europa Central y los países nórdicos–.

Segundo, el Índice de CSI pondera la presencia y la calidad de las instituciones del trabajo (leyes, oficinas, recursos, capitales humanos y sociales, etc.), pero también su ejercicio (¿qué está pasando en el mundo del trabajo real y efectivo?), y el medio ambiente contextual donde todo lo previo opera. Más la opinión de líderes y representantes productivos.

Tercero, ¿cuál es el saldo de México? ¿El nuevo andamiaje institucional que existe en el país ha alcanzado o no a impactar decisivamente las viejas prácticas laborales, clientelares y de manipulación en que anidaron las relaciones laborales del México post-cardenista? ¿O será que la ausencia de cambios laborales sustantivos en los múltiples ámbitos de gobierno (el mayor empleador del país), pesa mucho más de lo que creemos? ¿Y/o será que las luchas y casos conocidos de cambio en industrias estratégicas (como los sometidos al mecanismo de respuesta del T-MEC) no pueden ser suficientes para alterar las relaciones preexistentes? ¿Al final del día qué nos dice la persistencia de los mismos términos contractuales y la ausencia de mejora significativa en los salarios de estos trabajadores estratégicos?

A pesar de lo fuerte o fuera de lugar que nos pueda parecer la nota de CSI para el país, éstas son preguntas que hay que administrar, y ante las que hoy no tenemos respuesta porque carecemos de estudios e información suficientes y apropiados.

¿Es posible que el Índice de CSI haya exagerado y esté fuera de lugar esta vez en la calificación de México? Sí, es posible. Pero para contraargumentarlo con propiedad, es preciso primero investigar, reunir información e informar.

Con información de América Economía.