El impacto de la pandemia de covid-19 trajo a la mesa la necesidad –y la posibilidad– de replantear los esquemas laborales tradicionales para implementar fórmulas que permitan tener empleos que fomenten mayor flexibilidad y balance de vida, expresó la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Al analizar los datos oficiales de diferentes países, el organismo encontró que México está dentro del grupo de naciones que tiene un mayor desequilibrio laboral, lo que se ve reflejado en altos niveles de subocupación o de sobreocupación. Esto muestra el margen que hay para replantear las fórmulas de trabajo e impulsar un mejor balance de vida entre las personas trabajadoras.
Ya sea porque hay quienes trabajan menos horas de las que necesitan o porque hay personas que tienen jornadas laborales superiores a las que marca la legislación, México está entre los países con mayor desbalance en el tiempo trabajado, en un nivel que abarca al 41.7% de la fuerza laboral, superado solamente por lo observado en Filipinas (43.2%) y por arriba del dato para Chile y Venezuela, ambos con 40.9%.
“En términos de países o regiones, los altos o bajos niveles de desequilibrio son impulsados por diversos factores. Las tasas más altas de desbalance fueron encontradas en Filipinas, México, Chile y Venezuela”, señala el organismo en el informe El tiempo de trabajo y el equilibrio entre el trabajo y la vida privada en el mundo. En los cuatro países mencionados, este fenómeno es producido en mayor grado por la cantidad de personas que tienen jornadas laborales excesivas.
Por su parte, las naciones con los niveles más bajos de desbalance entre su fuerza laboral son Croacia (11.0%), Austria (14.2%) y Hungría (14.2%).
A decir de la OIT, “la reducción de las horas de trabajo y la organización más flexible del tiempo de trabajo pueden beneficiar a las economías, las empresas y los trabajadores y sientan las bases para un mejor y más saludable equilibrio entre el trabajo y la vida privada”.
De acuerdo con los datos proporcionados por el estudio, más de una tercera parte de la fuerza laboral a nivel global trabaja más de 48 horas a la semana, mientras que una quinta parte está subocupada, es decir, trabaja menos de 35 horas semanales, esto afecta en mayor medida a quienes están en la economía informal.
Para el caso de México, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) de noviembre del año pasado –los últimos datos disponibles– reflejan que, del total de la fuerza laboral, el 26.5% trabaja más de 48 horas semanales, es decir 15.6 millones de personas. En tanto, 7.6% está en subocupación, lo que equivale a 4.5 millones de personas. En suma, ambas mediciones abarcan en conjunto a uno de cada tres trabajadores en el país.
Alternativas para flexibilizar el mercado laboral
El teletrabajo fue una de las alternativas más utilizadas por las empresas en la pandemia, principalmente en las primeras olas, como una medida para mantener sus operaciones y prevenir los contagios de covid-19, lo que a decir de la OIT “cambió la naturaleza del empleo, y probablemente lo hará más en un futuro previsible”.
Sin embargo, esta no es la única alternativa para flexibilizar el mercado laboral e impulsar un mejor balance vida-trabajo. Para quienes no pueden realizar sus labores de forma remota, el organismo pone sobre la mesa opciones como los sistemas de trabajo por turnos, horarios comprimidos y horas anuales promedio. Sin embargo, advierte que algunas de estas modalidades pueden impulsar mayores desequilibrios de género y riesgos para la salud.
Ofrecer más flexibilidad y autonomía a los empleados para decidir cómo, dónde y cuándo llevar a cabo su trabajo no sólo beneficia a las personas, también puede mejorar la productividad general en las empresas. Por el contrario, no hacerlo puede acarrear costos importantes, como los provocados por la rotación de personal, se advierte en el estudio.
“Existe una cantidad considerable de evidencia que las políticas de equilibrio entre la vida profesional y privada proporcionan importantes beneficios a las empresas, sustentando el argumento de que este tipo de políticas son provechosas tanto para los empleadores como para los empleados”, afirma la OIT.
Por ejemplo, un efecto adverso de dar marcha atrás a la flexibilidad laboral alcanzada en la pandemia ha sido el fenómeno de “la gran renuncia” en varias economías, por el que miles de personas han dejado sus empleos en búsqueda de mejores condiciones, lo que ha puesto el balance vida-trabajo “en la primera línea de las cuestiones sociales y del mercado laboral del mundo pospandemia”, expresó Jon Messenger, uno de los principales autores del informe.
Algunas de las recomendaciones del organismo para fomentar un mayor balance vida-trabajo son:
- Jornada laboral. Revisar la legislación y reglamentación para reducir en la medida de lo posible la jornada de trabajo semanal. “Las jornadas de trabajo más largas por lo general están asociadas con una productividad inferior, mientras que un horario más reducido está relacionado con una mayor productividad”.
- Flexibilidad laboral. Aprovechar las experiencias adquiridas con la reducción y la flexibilidad de las horas de trabajo durante la crisis de la Covid-19, además de fomentar el empleo parcial con las mayores prestaciones posibles.
- Nueva regulación laboral. Velar por las mejores condiciones de salud y seguridad en las modalidades flexibles de empleo, por ejemplo, garantizar el derecho a la desconexión digital, pues en el caso del home office, la prolongación de las jornadas laborales puede tener efectos adversos en las personas.
“Este estudio muestra que si aplicamos algunas de las lecciones aprendidas durante la crisis de la Covid-19 y analizamos atentamente la manera en que las horas de trabajo están estructuradas, así como su duración promedio, podemos crear una situación que beneficie a todos, mejorando tanto el rendimiento de las empresas como el equilibrio entre la vida laboral y familiar”, destacó Jon Messenger.
Con información de El Economista.